Mi estimado coautor decide empezar por el tema que apasiona a los españoles desde el siglo XV: ¿existe Dios?
Y además, lo hace volviendo sobre un argumento también añejo: "Tantos clientes no pueden estar equivocados". A lo cual responderé sin perder demasiado tiempo: también cientos de millones de personas estaban convencidas de que la tierra era plana. ¿Es plana la Tierra? No.
La cuestión de la existencia de Dios es distinta de la de la forma de la Tierra, por supuesto. A Dios siempre podemos salvarlo a base de introducir un supuesto más: no se manifiesta porque no quiere; en realidad respeta demasiado nuestra libertad como para influirnos; nos deja perdernos porque nos quiere tanto... Por eso, por lo elusivo del concepto, es por lo que no se puede formalmente demostrar su inexistencia.
A mí me parece que algo es tanto más real cuanto menos tiempo necesito perder dudando de su existencia. Aplicando esta doctrina, una pistola delante de tu cara es extremadamente real; lo que necesitas de verdad es una manera de librarte de ella, no dudar de si existe o no. Y, en el otro extremo, la posibilidad de que exista un ser omnisciente y omnipotente que no se manifiesta jamás, ni tiene la más mínima influencia sobre los sucesos de nuestra vida, del que llevamos dos mil años justificando la existencia en libros y tratados, es probablemente uno de los conceptos menos reales que existen.
Woody Allen tampoco es Dios. Sus últimas películas ni siquiera se estrenaban en Inglaterra, porque ya le tienen cogida la medida: un cineasta agotado hace mucho tiempo. Lo que me sorprende es que no menciones que la película está pagada por la Generalitat, y que el embobamiento general con Allen llegue al punto de permitirle entregar un bodrio que en sus buenos tiempos hubiera facturado en dos tardes. Con decir que, pagándole los catalanes la propaganda turística, el tío se ha librado incluyendo la palabra "catalán" un total estimado de cinco veces; una de ellas, referida a alguien nacido en Oviedo. Qué genio.