Certeros cogotazos

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María es toda una mujer de pelo en pecho. Vivía con su mudo amante Rob. Una tarde descubrió a Rob ejerciendo de coprófago a escondidas. Tras saberse observado, Rob no paró en su actividad y se limitó a mirar de reojo mansamente a su hasta entonces amante como no advirtiendo que aquello no era aceptable por nuestra sociedad. María sintió una ira que no conocía. Días después cayó en la cuenta de que esa indignación podía venir de que los amantes se besan en la boca.

 

Su apetito de venganza empezó a saciarse pronto. Los cinco metros de vestíbulo que le separaban del infractor le dieron para quitarse el cinto. Con su mano derecha agarró con fuerza la hebilla y el otro extremo de su arma de cuero. Rob tenía cara de no saber lo que se le venía encima. Al primer zurriagazo en su lomo, dejó de comer. Al quinto, emitió su primer quejido. How convenient is that! - pensó la agresora. El objeto de mi enojo permanence parado a pesar de mis repetidos latigazos en lomo y costado.

 

Debería terminar con el castigo. La pena, para ser justa, debe ser proporcional a la ofensa. Ya pero es que estoy disfrutando mucho. Mi vida alcanza raramente estos niveles de entretenimiento. Además presiento mi impunidad. Nadie sabrá nunca de mis acciones. El que Rob sea mudo ayuda. Procuraré no dejarle marcas. Una vez leí un consejo que un imam daba a maridos  que no vivieran en sociedades musulmanas. Naranjas en una bolsa no magullan a tu esposa o esposas (hasta cuatro son vistas con buenos ojos por Alá).

 

Al día siguiente Rob estaba menos cariñoso que de costumbre. Todo fluyó pacíficamente hasta que Rob exigió más atención de la que María estaba dispuesta a concederle. Tres certeros cogotazos le hicieron comprenderlo.

 

La relación estaba irremediablemente rota. María fue consciente de esto desde el primer momento. ¿Está la violencia justificada en algún caso? La violencia genera más violencia. María ya llegaba a casa después del trabajo con ganas de cascar a Rob, pero primeramente y cada vez, debía encontrar un motivo razonable. Como María era primera y última instancia, todos sus motivos caían en la categoría de sensato.

 

Rob terminó pagando por todo. Un mal día de trabajo de María. Alguna zorra manipuladora que maltratara a María por envidia. Cualquier cosa. Las humillaciones y vejaciones sufridas por Rob fueron variadas pero finitas en número y días. Fue orinado sobre su cabeza. Restregada su cabeza sobre su mierda en el suelo. Arrojado por una escalera de veinte peldaños. Apaleado. Zarandeado. Lanzado al aire con estación de destino única suelo duro.

 

Rob temblaba cuando María se le acercaba. Error. Esto excitaba y ponía todavía más cachonda a María. No se puede hablar de sadismo porque la crueldad no era refinada. María era simplemente proterva. Obstinada hasta que dejó de vivir con Rob pero esperando al  siguiente. Los resortes están ahí.   

 

 

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