Nada mejor para asegurar la estabilidad de una organización que usar razonamientos circulares, que nos devuelvan siempre al mismo punto. Nada mejor para asegurar que la democracia no cambia nada que basarla precisamente en la ausencia de cambio.
El razonamiento circular, en este caso, es que la gente que no paga impuestos no tiene derechos ante el resto de la sociedad, pero el que sí los paga no tiene interés en gastarlos en los primeros. Así, los estudiantes son una elite consentida, pero a la vez unos imberbes sin experiencia. Nos mandan lo que debemos hacer, pero a la vez no tienen ninguna expectativa realista de cambiar los planes de Bolonia.
En realidad, la Policía lo que hace al pegar a los estudiantes es defender a los trabajadores que les pagan con su sudor los estudios. Y cuando la Policía pega a los trabajadores, bueno, lo que hace es mantener el orden social que privilegia a los universitarios.
Este razonamiento circular, como todos los que están basados en la desconfianza, resulta destructivo: los trabajadores están interesados en pagar una buena educación a la siguiente generación, porque son los que a su vez les pagarán la jubilación. Y los estudiantes deberían saber que las relaciones laborales existentes son las que se les aplicarán a ellos en cuanto salgan del redil.
La democracia, como la mecánica cuántica, es totalmente determinista, siempre que se parta de un estado inicial conocido y no se perturbe el sistema con observaciones externas. Una y otra vez, volvemos al mismo punto: quienes nos critican son consentidos o ignorantes.
(Y dicho esto, yo estoy a favor de Bolonia. Incluso más: yo no permitiría que dé clases nadie que no haya trabajado jamás.)