El profeta se volvió al pueblo congregado y dijo: "Aquí podéis ver las torres, derribadas por Dios mismo hace milenios. Aquí Babilonia quiso construir hasta llegar al cielo, y vinieron hombres de todas las naciones para llevar a cabo esta obra de la soberbia humana. Pero cuando estaban a punto de llegar al cielo, mandó Dios unos pájaros de fuego que derribaron las torres, y todos los hombres que las estaban construyendo murieron de una muerte horrible, despeñados desde las alturas."
El pueblo escuchaba con atención, pero miraba alrededor por si acaso: nunca se podía saber qué espíritus rondaban por las viejas ruinas.
Siglos más adelante, el maestro entregaba un cuadro terminado: "Las dos torres de Babel". Aunque los aprendices de su taller copiaban sus naturalezas muertas y mitos clásicos en cadena, asegurándole de sobra el sustento, el maestro había producido este cuadro él solo de principio a fin, desde el lienzo, a los colores, al cuadro finalizado y envuelto, como cuando era joven. Si se sentía conmovido por la historia del ascenso y la caída de la Humanidad, o quería asegurarse fama inmortal de nuevo, no lo compartió con nadie en su taller.
Al salir de palacio, le dio dos monedas de plata a un niño harapiento que iba de la mano de su madre, cuando ella no miraba. Un gesto absurdo de benevolencia. La madre se preguntaría durante semanas de dónde sacó el niño tanto dinero.
El arquitecto se plantó ante los representantes de la Corporación Metropolitana cuando acabaron de curiosear entre las maquetas y los planos, y dijo con voz firme: "Éste no es un proyecto como los demás, ni para mí, ni para ustedes en la Corporación. Creo expresar la opinión de todos los presentes al decir que estas torres representan el orgullo de nuestra ciudad, la promesa que nuestro país le hace al mundo: prosperidad. Prosperidad sin límites, para todos los que quieran trabajar honradamente. Aquí la ciencia y la técnica nos permiten construir lo que nuestros antepasados sólo soñaron."
En su desierto, el profeta ya iba extendiendo la mano hacia el Kalashnikov.
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